miércoles, 31 de agosto de 2011

El indignante mundo del éxito inmerecido




Hoy quiero hablarles de NIK, Cristian Dzownik, para ser más justos y precisos. Hace mucho que lo leo, desde que arrancó en la última página del diario La Nación con su "foto que habla" en la época de Menem. Cristian trucaba a Carlos y a Domingo todo el tiempo y los ridiculizaba con otros cuerpos o con otros fondos, dependiendo de la nueva pelotudez que haya salido de sus bocas, de esas bocas de las que todos los días salía una nueva pelotudez que nada tenía que envidiarle a la pelotudez anterior. Y debo admitir, incluso sería bueno que todos lo admitamos, que esa sección era graciosa.



Pero con el tiempo y con el paso de los gobiernos, Cristian fue quedando paulatinamente en evidencia. No era él el gracioso, el gracioso era el turco, o Cavallo, o las ocurrencias de Corach. Fue un gobierno tan repugnante como desopilante. Y cualquier boludo hubiera hecho reír montando escenas con las disparatadas situaciones a las que nos tenían acostumbrados.

Y el tiempo pasó y “La foto que habla” dejó de dar gracia en el mismo instante en que todos pasamos de reírnos con las ocurrencias de Fernando De la Rua a preocuparnos mucho por la inoperancia de nuestro nuevo presidente de turno. Y el furor de la tira fue decayendo lentamente en complot con el mismo Cristian, que se dio cuenta que ya no causaban gracia sus fotos trucadas y dejó trabajar en ellas, encima; componiendo de ahí en más unas publicaciones de la tira que fueron pasando del desinterés del lector a la actual ira inusitada que provoca ver con qué poco, o mejor dicho, con qué nada, Cristian Dzownik se gana su oneroso sustento.




Y mientras esto ocurría iba adquiriendo inexplicable fama su otro personaje, el que hoy todos conocen, con el que se hizo realmente millonario, que no sé qué le ven, que no lo entiendo, que no me causa la más mínima gracia y que, por el contrario, me hace enojar bastante. Y que me hace bucear todos los domingos por las oscuras aguas del masoquismo más lastimero cuando, sabiendo que lo que voy a leer me va a dar gran indignación, me pongo a buscar la nueva ocurrencia de Gaturro en la última página del diario.




Y siempre me pasa lo mismo cuando llego al remate final, al último cuadrito. Enarco mis cejas al punto mismo en que se me esconden bajo el cuero cabelludo y comienzo a negar en cámara lenta con la cabeza, completamente perplejo, disparando un fláxido e impotente “qué hijo de puta...”.

Y no sé por qué lo hago, o en realidad sí lo sé. Es porque me indigna que haya gente tan inútil en lugares tan importantes. Y sé lo que me va a decir, me va a decir que un caricaturista no es importante y no vale la pena hablar de ello. Pero sí lo es. Cristian Dzownik no debería tener ese par de recuadros a su nombre en un diario tan grande. Y también sé lo que me va a manifestar, que qué pretendo del diario La Nación. Y yo le voy a señalar que lamentablemente hay que reconocer que es un diario que lee mucha gente, que muchos padres que leen La Nación después comparten con sus hijos la página de los chistes. Y ojo que no digo esto desde el prejuicio o desde la intolerancia, todo lo contrario. Todo el mundo debería tener oportunidades, y me da mucha alegría que Cristian Dzownik la haya tenido en el momento que la tuvo, pero no entiendo la fama que tiene hoy, veinte años después de su llegada al diario. No entiendo qué le ven los niños. Porque me preocupan precisamente ellos. Porque no hace mucho tiempo había un canal de cable formidable que se llamaba Cablín, en donde los niños podían aprender divirtiéndose con las verdaderas disparatadas ocurrencias que ahí ocurrían, con las clases de cocina al revés de Prol y Morgado en “Consejos útiles”:



O con Mex y su Magazine For Fai:



Porque los chicos de esa camada, al ver ese tipo de programas, pensaban. Y ahora esos programas no están más. Y es imposible siquiera enganchar más de dos o tres videos en youtube sobre esa época. Y yo sé que soy un poco paranoico, pero estoy seguro que todo tiene que ver con todo. Porque si a los chicos de hoy, los que no tuvieron la posibilidad de ver Magazine For Fai, les diéramos a elegir entre Magazine For Fai y Topa, por poner un cristalino ejemplo, yo no tengo ninguna duda de que no quedaría un solo pequeño televidente mirando a este gordito insulso con menos onda que pelo de japonés.



Y estoy recontra seguro que en el país debe haber al menos un centenar de caricaturistas o dibujantes de tiras cómicas con mucha más chispa y mucha más capacidad creativa que la que portan Cristian Dzownik o Topa, pero no tienen un espacio para mostrarse, porque seguro que lo que dibujan, pintan o expresan en sus tiras es tan elevado que los niños podrían cometer el improperio de ponerse a pensar. Y eso no es bueno. Fíjese si no los adolescentes de hoy, que son los niños que vieron Cablín, como cortan calles y hacen piquetes…, ahí está más que claro el resultado de hacerles ver cosas estimulantes para el bocho cuando son niños.

Y entonces así estamos, teniendo chicos que acceden a Topa y a Nik imposibilitados de consumir otras cosas más inteligentes y más jugadas.



Y esto, hasta aquí, solo sería un problema a debatir o a tratar de encontrarle una solución, pero lamentablemente ahí no termina la cosa, mi amigo. No.

La otra vez, en una de mis tantas pispeadas masoquistas, me resultó familiar un chiste (bah, chiste, una publicación digámosle mejor) de Nik en donde Gaturro se ponía a intentar armar un castillo de arena en la playa y alentaba a Gaturrín a que lo acompañe y lo construyan juntos. Y en el último cuadro se veía a Gaturrín que miraba con desprecio a Gaturro y a su estúpido intento de castillo y le decía que no, que ahora el negocio era hacer torres de departamentos, delante de una impactante construcción en arena a escala de las torres Petronas:



Y cuando yo era chico leí Mafalda, como se me ocurre debe haber leído todo el mundo, y es improbable que haya gente que tenga la memoria necesaria para recordar cada uno de los chistes que salieron de la pluma de Quino, pero estoy seguro que hay un porcentaje alto de fanas de Quino a los que les quedaron grabadas en la memoria para siempre varias tiras antológicas de Mafalda, yo me acuerdo varias. Y esta es una de ellas.



Al principio lo primero que pensé fue que no, que seguro estaba equivocado, que Nik no iba a ser tan boludo de mandarse a robar de esa estúpida manera un chiste de Quino. De Quino, para colmo, porque yo a Nik no lo conozco, no puedo decir si es mala o buena persona, entonces si lo suponemos un garca o un mal tipo, puede existir la posibilidad de que se chorée ideas de otro, pero siempre de tipos que no los conoce nadie y que están luchando desde abajo para intentar entrar en el mundo en donde este afamado caricaturista se encuentra cómodo y acolchonado. Y se conocen varios casos de hijos de su madre que utilizaron a jovencitos prometedores y les robaron las ideas, pero esto es distinto.

Que un famoso en pleno momento mágico (se lo merezca o no) le robe vilmente a otro famoso que ya está de vuelta pero que su trabajo es uno de los más conocidos del país… Eso no es de garca o de hijo de puta. Eso es de pelotudo.

Y entonces se me ocurrió ponerme a buscar más, pero me fue imposible. Gaturro tiene alrededor de 17 libros editados (Mafalda tiene 10), no me iba a poner a releer esos libritos insoportables. Así que me metí en nuestro querido Google y tipeé: “Nik plagio”.
Y me salió un post en donde alguien, con más tiempo y más odio que yo, consiguió reunir estos 4 plagios completamente desfachatados:










¿Por qué pasan estas cosas?

¿Por qué Nik tiene tanto dinero?

¿Por qué razón Nik continúa trabajando en La Nación a pesar de que esto que acabo de descubrir ya es público conocido habiendo varias webs en internet que lo denuncian?

¿Qué pasará por las cabezas de los cientos de humoristas que, desesperados, intentan subir ese escalón en la escalera de la vida y no logran hacerlo mientras leen, desahuciados, la última pelotudez falta del más mínimo dejo de comicidad de Nik y sus inocurrencias?

¿Cómo se hace para superarse, para alegrarse con los triunfos, para seguir escribiendo o dibujando cuando uno está en la casa sin poder pagar internet o sin poder cambiar la vieja notebook mientras tipos como Nik o Topa viven vidas súper acolchonadas sin mérito alguno?

¿Por qué razón Nik tiene ese éxito fabuloso?

¿Cómo se hace para revertir esto?

¿Se puede revertir?

Yo creo que no. Creo que en realidad estamos al horno. Creo fervientemente que tanto Nik como Topa están bancados a muerte por las corporaciones que después tendrán más fácil el camino de la doma, ya que cuando esos niños que los consumen crezcan, se convertirán los adultos idiotas más maleables del mundo.

Así que, como díría Francella: “A comerla”, y a dejarse de joder con buscar soluciones imposibles. Nik y Topa seguirán regando las cabezas de sus hijos con nada. Y sus hijos crecerán con esa falta soberbia de imaginación, que es precisamente lo que se necesita para tener a un pueblo dominado.

Yo, por lo pronto, ya les dije que no tengo cable, y mis hijas no miran televisión. Y me costó, pero logré hacerles entender que el humor de Nik es tonto, que mejor lean a Liniers, o al petiso Parés. Y mi hija más chica ama a estos dos historietistas, y nos la pasamos muy bien releyendo sus historietas.

Y mis hijas leyeron Gaturro, porque Gaturro es un virus que está arraigado en toda la comunidad. Pero hoy ya se dieron cuenta, y no le dan más pelota.

Sería muy gratificante que un día de estos Nik presente la renuncia y pida disculpas.

Sería correcto que el diario La Nación lo despida y contrate a otro humorista.

Pero esto no va a ocurrir, porque Nik está en su mejor momento, y vende sus historietas truchas para hacer dulce.



Es una pena que nadie se de cuenta...



2 comentarios:

  1. Ex-ce-len-teeee!!!!!!
    Algunos nos damos cuenta Gilmour, no todos sufrimos de ceguera colectiva. Ojalá esto se revierta...de todas formas, en la Tv Pública y en Encuentro, especialmente, hay ejemplos de programas televisivos pensantes, aún quedan espacios para usar nuestros cerebros dentro de la industria televisiva, el tema claramente es que precisamos más, no unos pocos lugares marginales.
    Saludo enorme!

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